EL MTA
SU NACIMIENTO, SUS INTEGRANTES, SU CONCEPCIÓN
La versión que asevera que en la última década del siglo XX el gremialismo fue funcional al gobierno de Carlos Menem, que participó como socio en los negociados más turbios y, en el mejor de los casos, que subordinó los intereses de los trabajadores a los del Partido Justicialista se sustenta en hechos ciertos. Hubo sindicalistas obsecuentes y abundaron los resignados. Pero se soslayan hechos no menos ciertos que prueban que al margen de la “CGT oficialista”, un vasto sector del movimiento obrero se opuso y luchó contra el gobierno y su modelo neoliberal. En esa línea estuvieron organizaciones obreras como CTA, MTA, CCC, muchas regionales de la CGT y un sinnúmero de trabajadores que, pese a no estar encolumnados en ninguna central, ofrecieron resistencia.
Sin embargo, ese proceso de luchas no comenzó a partir de la constitución de esas organizaciones alternativas. Empezó en 1989 cuando el entonces Secretario General de la CGT, Saúl Ubaldini, exigió al presidente Menem el cumplimiento de las promesas preelectorales, especialmente aquellas referidas a medidas tendientes a mejorar la situación de los trabajadores y de los sectores más postergados de la sociedad. Ese enfrentamiento terminó con la derrota de Ubaldini, de los sectores más combativos del sindicalismo, y con la neutralización de gremios muy importantes. El menemismo victorioso pudo encolumnar en la CGT-San Martín a un conjunto de sindicatos que jugaron un significativo rol en la tarea de inmovilizar a los trabajadores y allanarle el camino al gobierno para la imposición de las reformas liberales.
Pero a pesar de la derrota y de la imposibilidad de movilizar grandes masas, la intransigencia de muchos dirigentes gremiales que acompañaron a Ubaldini en esos dos primeros años de resistencia a la administración menemista dejaron su huella. Muchos de ellos conformaron años después los nuevos agrupamientos obreros que continuaron la confrontación.
En reconocimiento a las organizaciones sociales que se opusieron con firmeza al neoliberalismo, se debe destacar muy especialmente el protagonismo del Movimiento de Trabajadores Argentinos. Su aparición, el 1º de febrero de 1994, tuvo un enorme impacto en el escenario nacional. Aunque la clase política no se lo reconozca, su irrupción marcó el final de un lustro de inmovilidad y desconcierto, y dio inicio a un período de luchas que involucraron a grandes masas descontentas. Sus pronunciamientos políticos y su capacidad de movilización lo convirtieron en una fuerza de referencia para otras organizaciones sociales y generaron un terreno más propicio para el accionar de los partidos de oposición que habían perdido la iniciativa y su poder de convocatoria.

A su conformación hay que adjudicarle también la modificación cualitativa de la correlación de fuerzas en el ámbito sindical, asestándole con ello un duro golpe a la táctica gubernamental de mantener al movimiento obrero neutralizado y carente de protagonismo. Se terminaba así con un proceso que había comenzado en octubre de 1989 en el Congreso de la CGT realizado en el Teatro General San Martín, a partir del cual el gobierno había logrado dividir a la central, aislar a los gremios más combativos, y alinear a una importante cantidad de dirigentes sindicales en una confederación que no obstaculizó su política de neto sesgo liberal.
Esa Confederación General del Trabajo había abandonado el importante rol que jugó en los años ochenta para convertirse en una sigla vacía que facilitó el avance arrollador de los sectores más regresivos de la sociedad.
No es casual que en ese período de cuatro años, que culminara coronando al oficialista Antonio Cassia como secretario general de la CGT (marzo de 1994), el gobierno del presidente Menem haya podido llevar adelante la mayor reforma del Estado en la historia del país y haya impuesto un modelo económico y social que ni el más optimista de los liberales hubiera soñado ver concretado algún día. Basta con recordar que ni siquiera la dictadura militar con Martínez de Hoz al frente del Ministerio de Economía había podido llegar tan lejos.
Quizás uno de los mayores méritos del Movimiento de Trabajadores Argentino en ese período haya sido su aporte teórico, al haber caracterizado al conjunto de políticas privatizadoras, extranjerizantes y elitistas como expresiones de un proyecto totalizador al que denominó modelo neoliberal, y a la elaboración de propuestas alternativas en un momento histórico signado por el auge del llamado pensamiento único. Al respecto, es importante destacar que mientras los sectores representativos de la clase media y media alta centraban sus baterías en la denuncia contra la corrupción enquistada en el gobierno, el Movimiento de Trabajadores Argentinos señalaba los verdaderos contenidos regresivos e inmorales del régimen menemista, los que cambiaron de raíz la fisonomía y las funciones del Estado, la infraestructura estratégica del país y el aparato productivo nacional.
Años más tarde, Hugo Moyano diría:
Las privatizaciones, el proceso de extranjerización y el carácter elitista de las políticas económicas y sociales constituyeron, en suma, la verdadera esencia inmoral del neoliberalismo. Porque con ello se estaba gestando un Estado carente de poder sobre áreas estratégicas, un país más dependiente, y una sociedad en la que se ahondaba la brecha entre los ricos y los pobres.
Ese modelo –tan promocionado por el FMI- fue el mismo que a partir de 1999 mantuvo el gobierno de la Alianza y el que llevó al país a eclosionar trágicamente en diciembre de 2001.”
A la distancia y con los resultados a la vista, a muchos de los que cargan las tintas contra el sindicalismo en general por su desempeño en la era privatizadora, Juan Carlos Schmid responde:
“En ese tiempo, mientras muchos trabajadores salíamos a la calle para resistir las privatizaciones, la clase media nos miraba desde los balcones. El gobierno de entonces se jactaba exhibiendo los resultados de las encuestas que demostraban el apoyo de la población hacia las privatizaciones. Los trabajadores que luchamos en contra, lo hicimos casi en soledad.”
Lo cierto es que las reformas impulsadas por Menem no se impusieron sin resistencia. Muchos dirigentes sindicales de las áreas y empresas afectadas no aceptaron pasivamente esas políticas. Alicia Castro de la Asociación Argentina de Aeronavegantes, Juan Carlos Schmid del Sindicato de Dragado y Balizamiento, el cordobés Ernesto Jaime de La Fraternidad (trabajadores ferroviarios), Víctor De Gennaro de ATE, Marcos Castro de Capitanes de Ultramar, Cayo Ayala del Sindicato de Obreros Portuarios, Alberto Piccinini de la UOM de Villa Constitución, Néstor Cantariño del Sindicato Argentino de Televisión, Rodolfo Audi de la Federación de Trabajadores de Prensa fueron algunos de los dirigentes que encabezaron la pelea en sus respectivas esferas de acción. En la misma línea estuvieron cientos de dirigentes de sus seccionales.
Por ello, a pesar de la derrota, la actitud de esos dirigentes sirvió para salvaguardar la credibilidad de un sector del sindicalismo, que tiempo después iba a articularse en organizaciones alternativas para continuar la lucha contra el modelo neoliberal.
Alberto Pitcovsky, ex secretario general de la AAPM, en entrevista realizada en 2005 afirmó:
“Las privatizaciones, la desregulación, la apertura económica y la extranjerización fueron parte de un plan sistemático ejecutado por el gobierno, apoyado por los grandes empresarios nacionales, por los gobiernos de los países ricos y aplaudido por los organismos financieros internacionales. Ningún analista serio puede sostener que el rol del sindicalismo haya tenido un carácter decisivo en la imposición del modelo.
Se puede afirmar que muchos gremialistas lo facilitaron, pero el papel determinante lo jugaron Menem, sus ministros, funcionarios, legisladores gobernadores y jueces.
Las connotaciones económicas, políticas y sociales de lo que se llamó modernización del Estado delinearon un escenario regulado por el mercado y signado por el individualismo. Muerto el Estado de Bienestar, centenares de miles de trabajadores privados y estatales pasaron a engrosar las filas de desocupados. La industria nacional retrocedió ante el capital especulativo y las economías regionales cayeron estrepitosamente. El imperio del pensamiento único sustentado por el establishement atribuyó los intentos de resistencia ´a los nostálgicos del pasado´. Hablar de una sociedad justa, hablar de lucha, hablar de derechos y reivindicaciones fue considerado “demodé”. Defender el rol del Estado, también.
Carlos Barbeito, entonces Secretario General de la UOMA, relata:
“El Grupo Molineros lo constituíamos los molineros, los del sindicato de televisión, los jaboneros, los imprenteros, los papeleros, los docentes de SADOP y los visitadores médicos. Por ese tiempo se incorporaron los muchachos del sindicato de publicidad que al igual que los de SADOP y los visitadores médicos, también venían de las experiencias junto a De Gennaro en el “Grito de Burzaco” y el Congreso de Trabajadores Argentinos.
Los miembros del núcleo duro continuamos reuniéndonos en Molineros, por esa razón muchos nos siguieron llamando “Grupo Molineros”. Pero en 1993 no éramos los únicos sindicalistas opositores al gobierno. Fuera de la CGT se había conformado el Congreso de Trabajadores Argentinos liderado por Víctor De Gennaro e integrado por algunos gremios importantes como los docentes de la CTERA, ATE, Sindicato de trabajadores del neumático, etc. En el norte del país, el dirigente municipal “Perro” Santillán lideraba la protesta y más tarde iba a formar la Corriente Clasista y Combativa. En todo el interior se levantaban gremios contra el gobierno e incluso regionales enteras de la CGT expresaban su descontento.
Como dije antes, cuando en marzo de 1992 se unificó la CGT, los principales dirigentes de los gremios del transporte se habían autoexcluido de los cargos en el Consejo Directivo y en 1993 se dedicaron a fortalecer vínculos con todos los sindicatos de la actividad del transporte hasta conformar una poderosa organización, la UGTT (Unión General de Trabajadores del Transporte). Sus principales referentes eran el colectivero Juan Manuel Palacios y el camionero Hugo Moyano. Ambos habían rechazado los convites de todos los sectores oficialistas y se mantenían firmes contra el gobierno y contra el plan económico del ministro Cavallo. Participaban del Comité Central Confederal de la CGT sólo para denunciar en ese órgano, los atropellos del gobierno y la complicidad de los máximos dirigentes cegetistas. Sobre finales de ese año lograron que el Confederal de la CGT votara a favor de su propuesta de llevar adelante un paro general. Cuando en enero de 1994 el Consejo Directivo de la central lo suspendió, los gremios del transporte pegaron el portazo y se retiraron de la CGT. A su iniciativa debemos atribuir el nacimiento del Movimiento de Trabajadores Argentinos. Ellos fueron quienes nos convocaron a la sede de UTA para discutir al respecto. A mí la invitación me la hizo directamente el compañero Juan Manuel Palacios.
Nunca olvidaré la enorme satisfacción que sentí al ingresar al Salón Eva Perón y ver a decenas de compañeros dispuestos a reanudar la lucha”.
La CGT no representaba a los trabajadores y no se vislumbraba en el horizonte más próximo ningún atisbo de cambio. El Congreso de los Trabajadores Argentinos liderado por Víctor De Gennaro se oponía y denunciaba las acciones del gobierno y la complicidad de la CGT. En ese sentido, cumplía el rol de reserva moral de los trabajadores pero carecía de poder de convocatoria y capacidad de movilización. Así lo reconoce el propio De Gennaro en una entrevista publicada en la Revista “Compromiso”:
“... en el ’92, el día antes de fundar CTA, en aquel momento hicimos la marcha federal de las antorchas, el 13 de noviembre. Cuando vinieron todos los compañeros del interior para ir a la Plaza de Mayo a gritar nuestra verdad... éramos tan pocos, que dimos la vuelta a la plaza y terminamos el acto en el Congreso...”
Revista “Compromiso”. Buenos Aires. Diciembre 2003, pág. 23.
Hacía falta construir una organización capaz de representar y de movilizar a cientos de miles de trabajadores contra el plan estratégico de las clases dominantes y vanguardizar a otros sectores de la sociedad igualmente perjudicados.
Lo que nadie sospechaba era que el embrión de esa organización se estaba incubando en el seno de la propia CGT. Allí habían permanecido muchos gremios combativos con la esperanza de recuperar la central histórica de los trabajadores para enfrentar al gobierno.
Juan Manuel Palacios, el líder de los colectiveros que en 1988 había sido uno de los impulsores de la candidatura a la presidencia de Carlos Saúl Menem, estaba decidido a patear el tablero. Palacios era un peronista consecuente, de los pocos que políticamente aún suscribían los 26 puntos de la CGT. Por haber promovido el lanzamiento de la mesa sindical Menem Presidente en el local de la UTA, su propio gremio, pudo haber gozado más que ningún otro dirigente sindical de la confianza y de las atenciones del primer mandatario. Prefirió, sin embargo, mantenerse fiel a los principios a los que el gobierno había claudicado y no necesitó esperar demasiado tiempo para hacérselo saber. El 5 de diciembre de 1989 lanzó el primer paro por tiempo indeterminado del transporte, conflicto que se resolvió mediante la intervención del Ministerio de Trabajo. Su trayectoria lo hizo acreedor de la confianza de sus propios representados y de otros dirigentes gremiales que, como él, no se doblegaban ante los imperativos del gobierno. Desgastada la figura de Saúl Ubaldini tras tantas vacilaciones y desaciertos, Palacios se perfilaba como líder indiscutido de los gremios disidentes que todavía quedaban en la central. Ese reconocimiento lo tenía también en el seno de la organización de los trabajadores del transporte. La CATT, entidad intervenida en 1976 y reflotada en 1986, se había convertido el 5 de marzo de 1993, en la poderosa UGTT, la Unión General de Trabajadores del Transporte. Bajo el liderazgo de Juan Manuel Palacios, secundado por Hugo Moyano, el dirigente camionero que había sustituido a Ricardo Pérez, los trabajadores transportistas tenían en sus manos las llaves para inmovilizar el país.
Así lo hicieron saber en el Comité Central Confederal de la CGT cuando plantearon la necesidad de enfrentar al gobierno con un paro general. En esa instancia habían logrado los votos necesarios para llevarlo a cabo y fijado el día 31 de enero de 1994 como fecha tope para instrumentarlo.
El 24 de enero una solicitada aparecida en los medios gráficos llamó la atención de los convocantes al paro general. Titulada “La dignidad no se negocia”, se trataba de una declaración contra el gobierno y la conducción de la CGT hecha por la Confederación de Sindicatos de Trabajadores de los Medios de Comunicación Social (COSITMECOS) liderada por Néstor Cantariño.
Según testimonia el propio Cantariño, el día en que apareció la solicitada fue llamado por Juan Manuel Palacios quien le manifestó sus coincidencias y lo convocó a formar un espacio de acción sindical común.
El 27 de enero de 1994 los medios publicaron un comunicado de prensa que la Unión General de Trabajadores del Transporte emitiera el día anterior. Con las firmas de Juan Manuel Palacios, Hugo Moyano y Ernesto Jaime, el documento anunciaba:
Comunicado de prensa: La UGTT se separa de la CGT, por la reivindicación de los derechos del trabajador”.
La Unión General de Trabajadores del Transporte (UGTT) en su reunión del día de la fecha ha resuelto lo siguiente:
- Atento a la actitud asumida por el Consejo Directivo de la CGT nacional de desconocer el mandato del último Comité Central Confederal referente al paro nacional y movilización decidido para antes del 31 de enero.
- Siendo ésta la segunda oportunidad en que se desconoce la voluntad soberana de los trabajadores, de expresar su repudio a la política económica, la legislación laboral y el crecimiento del desempleo.
- Encontrándose la conducción de la CGT en tratativas para acordar modificaciones a la actual Legislación Laboral, los gremios del Transporte no se sienten representados en la misma y no avalan ninguna gestión realizada por el actual Consejo Directivo.
- Por estas razones la UGTT ha resuelto retirarse de la CGT y no participar de sus decisiones hasta tanto esta última no retome la defensa incondicional de los trabajadores, sean estos activos o pasivos.
- También convoca a todos los sectores comprometidos con los intereses nacionales para hacer frente al avasallamiento que está sufriendo nuestro pueblo, implementando métodos de lucha que incluyan asambleas, paros y movilizaciones regionales.
- Declarar el estado de alerta y movilización, quedando los gremios en sesión permanente.
Buenos Aires, 26 de enero de 1994
La retirada de los gremios de la UGTT de la central provocó mucho ruido y desató variadas especulaciones. Palacios no perdió el tiempo y se dispuso a convocar a todos los gremios que -a su entender- podrían acompañarlo en el proyecto. Además de cursar la invitación a los sindicatos de los medios de comunicación liderados por Cantariño, llamó a Carlos Barbeito, referente del “Grupo Molineros”. Para cuando Palacios los convocó, del “Grupo Molineros” ya se habían ido Enrique Micó, del Sindicato del Vestido; Guillermo Marconi, del Sindicato Argentino de Empleados y Obreros de la Enseñanza Privada; José Isidro Acosta, del Sindicato de Trabajadores de la Industria del Hielo; Jorge Sansat, de la Unión Personal Aeronavegación de Entes Privados; Enrique Venturini, del Sindicato de Electricistas Electronicistas Navales; Alfredo Maldonado, del Sindicato de Pasteleros; entre otros. Del “Grupo Molineros” también se retiraría la Federación de Jaboneros cuando Juan Fraquelli dejara de ser su secretario general.
Luego de esas bajas, el “Grupo Molineros” que adhirió a la conformación del M. T. A., estaba integrado por los visitadores médicos agrupados en la Asociación de Agentes de Propaganda Médica; los imprenteros de la Federación Argentina de Trabajadores de Imprenta (FATIDA); los docentes del Sindicato Argentino de Docentes Privados; los trabajadores de la televisión del Sindicato Argentino de Televisión; los periodistas agrupados en la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN); los trabajadores papeleros de la Federación de Obreros y Empleados de la Industria del Papel, Cartón y Químicos; y los trabajadores molineros de la Unión Obrera Molinera Argentina. A este núcleo se sumaron los empleados de farmacia de la Federación Argentina de Trabajadores de Farmacia; y los trabajadores de la publicidad organizados en el Sindicato Único de Publicidad.
El “Grupo Molineros” era heterogéneo en cuanto a las actividades laborales de las organizaciones que lo componían. Sin embargo, la mayoría de los secretarios generales de esos gremios compartían una misma raíz ideológica y un pasado de experiencias comunes en su enfrentamiento a la dictadura militar. Constituían un núcleo duro de peronistas con un marcado perfil clasista. Casi todos pertenecían a una generación de luchadores sobrevivientes de muchas batallas. Conocían a la perfección el ámbito en que se movían y no estaban dispuestos a ceder a las presiones del gobierno, ni a las del Partido Justicialista, ni a las de los popes de la C. G. T. Desarrollaban una actividad de generación teórica importante, dotando a sus respectivos cuadros sindicales no sólo de los elementos necesarios para llevar a cabo la lucha reivindicativa, sino también aquellos indispensables para entender el proceso político y económico general en el que esa lucha se libraba. Sus referentes eran Alberto Pitcovsky por los visitadores médicos; Horacio Mujica por los trabajadores de Farmacia; Enrique Marano por los de imprenta; Carlos Barbeito por los molineros; Néstor Cantariño por los de televisión; Vicente Álvarez por los de publicidad; Rodolfo Audi por los periodistas; y Mario Morán y Horacio Ghilini por los docentes privados.
Todos ellos respondieron en forma positiva a la invitación cursada por Juan Manuel Palacios. El siguiente martes acudirían a la sede de la Unión Tranviarios Automotor para participar de la propuesta de construir un nuevo espacio sindical.
El pasado reciente incitó a pensar que el Movimiento de Trabajadores Argentinos podría ser la expresión de otra ruptura. De hecho, hacía menos de dos años, otro grupo de sindicatos habían emigrado de la central para constituirse en Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA) sin que ello alterara de manera significativa el panorama político sindical ni produjera movilizaciones que inquietaran al gobierno del Doctor Carlos Saúl Menem.
Tantas divisiones, tantas corrientes, tantos alineamientos y tantos perfiles parecían indicar que el encuentro en la UTA se limitaría a sumar otra sigla al nomenclador indescifrable del movimiento obrero. Por eso algunos creyeron que si se trataba de una nueva central podrían tener en ella la cuota de poder que no tenían en la CGT, lograr ventajas en la interna gremial y un mejor posicionamiento a la hora de negociar prebendas con el gobierno. Otros especularon con la posibilidad de que la nueva organización se constituyera en una corriente interna de la CGT sólo para simular una línea dura que neutralizara el verdadero descontento.
Las dudas y las especulaciones se disiparían a partir del martes 1º de febrero de 1994. La convocatoria estaba hecha. Lo que surgiera de ella estaba por verse.
Alberto Pitcovsky rememora:
Para mí, MTA, de alguna manera, vino a nacer para hacer lo que las 62 Organizaciones no hacían: mantener viva la concepción peronista dentro del movimiento obrero y, en especial, en la CGT. Creo que así lo entendimos muchos de los que respondimos positivamente al llamado de Juan Manuel Palacios.”
Por su parte, Vicente Álvarez, dirigente del Sindicato de Publicidad, testimonia su experiencia en estos términos:
En enero de 1994, el asesor legal de nuestro Sindicato, el Dr. Héctor Recalde, nos aconsejó una reunión con Juan Manuel Palacios, el líder de los gremios del transporte que acababan de pegar un portazo en la CGT. En ese encuentro estuvimos analizando la situación del país, las terribles consecuencias del modelo económico sobre los trabajadores y la vergonzosa actitud de los dirigentes de la CGT. Coincidimos en que estaban dadas las condiciones, que existía una masa crítica, para conformar un movimiento que asumiera el rol opositor que la CGT. no asumía. Pero estuvimos de acuerdo en que no había que fragmentar al movimiento obrero. Que teníamos que lanzarnos a la lucha levantando las banderas que los dirigentes de la central habían arriado. Que teníamos que recuperar la CGT para los trabajadores y convocar al pueblo a resistir el modelo neoliberal del gobierno. Mi gremio estaba afiliado a la Cositmecos, la Confederación de los trabajadores de los medios de comunicación social, entidad que en esos días publicó una solicitada cuyo contenido concordaba con el pensamiento de los trabajadores del transporte y los de muchos otros gremios. Por eso, la convocatoria para conformar el nuevo movimiento en la sede de la UTA tuvo tanto éxito.”
La fundación de MTA
La mañana del martes 1º de febrero de 1994, la sede central de la Unión Tranviarios Automotor ubicada en la calle Moreno 2969 de la Capital Federal era un hervidero de gente. Algo inusual para un caluroso día de recambio vacacional. Los dirigentes convocantes, agrupados en la Unión General de Trabajadores del Transporte, todavía no habían bajado al Salón Eva Perón. Estaban en el despacho del jefe de la UTA deliberando con Saúl Ubaldini sobre las características de la organización que iban a proponer.
La prensa escrita llevaba cinco días especulando sobre la posibilidad de que se creara una central paralela. El 27 de enero el diario Clarín titulaba en su página 9: “Los estratégicos gremios del transporte dejan la CGT porque suspendió el paro”. El mismo día Diario Popular anunciaba: “Grave cisma en la CGT” – “Los 26 gremios del transporte se van y crearán otra estructura”. Crónica le dedicaba al tema toda la página 3 bajo el título: “Fractura en la CGT”.
El evento que se desarrollaría contaba ya con un gran número de representantes de los gremios más diversos.
Una recorrida por el salón auditorio permitía reconocer entre los asistentes a Carlos Alberto Barbeito, de la Unión Obrera Molinera Argentina; a Alberto Pitcovsky, de la Asociación de Agentes de Propaganda Médica; a Enrique Marano, de la Federación de Trabajadores de Imprenta; a Néstor Cantariño, del Sindicato Argentino de Televisión; a Horacio Mujica, de la Federación Argentina de Trabajadores de Farmacia; a Rodolfo Audi, de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa; a Blas Juan Alari, de la Federación de Obreros y Empleados de la Industria del Papel; a Vicente Álvarez, del Sindicato de Publicidad; a Mario Morán y a Horacio Ghilini, del Sindicato Argentino de Docentes Privados; a Carlos Ubiedo, del Sindicato Argentino de Trabajadores de la Industria Fideera; a Ernesto Vázquez de la Asociación de Trabajadores Autónomos; a Amono, del Sindicato de Empleados Textiles; a Anthony Robson, de la Federación de Trabajadores Viales; a Norberto Hugo Bermúdez, del Centro de Jefes y Oficiales Navales de Radiocomunicaciones; a Domingo José Moreyra, de la Federación Obrera Ceramista; a Enrique Omar Suárez, del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos; a Miguel Ángel Díaz, de SUTEBA – Avellaneda; a Alicia García, secretaria gremial de la Unión de Docentes Argentinos (UDA); a Orellano del Sindicato Unidos Portuarios Argentinos; a Jorge Sansat de la Unión Personal Aeronavegación de Entes Privados; a José Enrique Pérez Nella de la Sociedad Argentina de Locutores; a Juan Fraquelli, de la Federación de Trabajadores Jaboneros; a Martín Jaime, del Sindicato Argentino de Músicos; a Raúl Balsells, del Sindicato de Obreros de la Industria del Vidrio; a Pedro Zambelletti, de la Unión del Personal de Fábricas de Pinturas y Afines; a Ángel García, de la Unión Personal de Seguridad; a Ramón Sotelo, del Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria del Chacinado; a Jorge Daniel Cochia, del Sindicato Encargados Apuntadores; a Antonio Ivaldi, del Sindicato Único de Serenos de Buques; a José Giancastro, del Sindicato de Capataces y Estibadores Portuarios; y a Jorge Omar Viviani del Sindicatos de Peones de Taxis.
Había también dirigentes de otros gremios como la Federación de trabajadores del Turf; de Panaderías y Afines; de empleados de la DGI nucleados en AEDGI.; de trabajadores rurales de UATRE; del Sindicato de Empleados de la Construcción; del Sindicato de Obreros del Tabaco; y representantes de agrupaciones sindicales de la Unión Ferroviaria, del Sindicato de la Carne; de la seccional La Plata de UOCRA, etc.
El comienzo de la reunión se demoró un poco hasta que el anfitrión, el colectivero Juan Manuel Palacios, apareció camino al estrado flanqueado por el cervecero Saúl Ubaldini y secundado por otros dirigentes del Transporte entre los que se destacaban Hugo Moyano de camioneros; Juan Carlos Schmid del Sindicato de Dragado y Balizamiento; Alicia Castro de la Asociación Argentina de Aeronavegantes; Ernesto Jaime de la Fraternidad; Raúl Epelbaum, Secretario Gremial de la Asociación de Señaleros Ferroviarios; Espinoza de Fleteros; Marcos Castro del Centro de Capitanes de Ultramar; Elio Julio Barroso de la Asociación Argentina Empleados de la Marina Mercante; y Fernández, de la Asociación del Personal de Subterráneos.
En las primeras filas de butacas se acomodaron los secretarios generales de los demás gremios, acompañados por otros miembros de sus comisiones directivas.
El local estaba repleto de trabajadores, en su mayoría camioneros y colectiveros que vivaron la entrada en escena de sus dirigentes y aplaudieron cada una de sus intervenciones. La mayoría de los discursos pronunciados apuntaron contra el Ministro de Economía (Domingo Cavallo) y el plan económico. Tampoco se ahorraron epítetos ofensivos contra el presidente y los dirigentes de la Confederación General del Trabajo. Se sentían traicionados por el gobierno y por los sindicalistas que se habían prestado al juego de facilitarle las reformas.
Muchos dirigentes venían masticando bronca desde hacía años. Pero en el recinto se podía percibir que la pesadumbre y la desazón de otros tiempos, se habían convertido en esperanza y disposición de lucha. La segmentación y el aislamiento parecían haber quedado en el pasado dando lugar al encuentro y la reflexión colectiva.
Algunos oradores plantearon abandonar la histórica central. Pero la mayoría se pronunció a favor de no resignar la bandera de la CGT en manos de una dirigencia claudicante. Acordaron el doble objetivo de luchar contra el gobierno y de recuperar la CGT para los trabajadores.
En cuanto al nombre de la organización alguien planteó que fuera Movimiento de los Trabajadores Argentinos. Sin embargo, todos estuvieron de acuerdo en no atribuirse la representación de todos “los” trabajadores y concluyeron en que lo mejor sería bautizar al nuevo agrupamiento con el nombre de Movimiento de Trabajadores Argentinos. Uno de los exponentes afirmó que esa simple decisión entrañaba una actitud de modestia y realismo que auguraba un buen comienzo.
El documento aprobado por el pleno de los asistentes al término del encuentro fue el siguiente:
Carta fundacional de MTA
“Las organizaciones gremiales aquí reunidas con el objeto de intensificar la defensa de los intereses de los trabajadores, ya sean ocupados, desocupados, subocupados o jubilados y pensionados, y llevándonos solamente por la ideología asentada sobre la base de la justicia social, hacemos un llamado al resto del movimiento sindical argentino en base a generar propuestas alternativas y a enmarcar con decisión un programa de recuperación de nuestros derechos cercenados y del logro efectivo del cuidado de nuestros hogares, con el compromiso de mutuo respeto con los sectores de la sociedad y comunicación e intercambio de ideas con aquellas que a su vez están padeciendo las circunstancias de la falta de una reactivación y desarrollo muchas veces prometidos y nunca alcanzados.
Tomando como premisa que la “actividad” es la que hace feliz al hombre, es nuestro compromiso estar luchando al lado del que padece sin interesarnos cuál es su actividad, pero sí defendiendo su razón de existencia, por eso exponemos propuestas en base a la solidaridad para reconstruir con unidad la organización que refleje la fe y la esperanza para todos los trabajadores con la lealtad y la honestidad de sus dirigentes.
Propuestas
- Estado de sesión permanente efectivo con movilización general de los cuadros dirigenciales tomando y concurriendo a todos los conflictos existentes en el país, buscando una solución.
- Contacto directo con las delegaciones regionales visitándolas y recibiendo sus problemas y transmitiendo nuestras propuestas en vías de preparar a la brevedad el plenario de las mismas, juntamente con los cuerpos orgánicos de las organizaciones gremiales.
- Apoyo solidario y efectivo a los compañeros jubilados y pensionados en sus justos pedidos de reivindicación salarial, comprometiendo desde ya nuestra presencia masiva en el acto de las 100 reuniones en plaza Congreso.
- Compromiso formal de rechazo total a la ley de flexibilización laboral que lleva como único destino perjudicar los derechos de los trabajadores, peticionando su rechazo a todos los bloques políticos del Parlamento y a su vez repudiar la actitud de las empresas Aluar y Metrovías de pretender la rebaja de los salarios de los compañeros como cabeza de desembarco de una actitud de los empresarios en contra de los trabajadores.
- Rechazo a la rebaja de los aportes patronales a nuestras obras sociales por ser perjudicial y lesionar la asistencia de nuestros compañeros y su grupo familiar, defendiendo la actual ley que enmarca justicia y equidad.
- Comenzar contactos directos con otros sectores de la sociedad comprometidos en la defensa de los intereses nacionales y el logro de las rectificaciones necesarias.
- Desarrollo de propuestas simples y concretas, realizables y confiables, para que cada compañera y cada compañero sepa lo que necesitamos y merecemos.
- En vísperas de la reforma constitucional, exigir que en nuestra Carta Magna figuren con claridad meridiana los derechos del trabajador, la ancianidad, la juventud, la niñez, la mujer, la cultura y los derechos humanos.
- Vigencia plena de las convenciones de trabajo libres, para el tratamiento de sus disposiciones generales y salariales y llamado urgente a las paritarias.
- Compromiso irrestricto de respetar las decisiones de nuestros cuerpos orgánicos como muestra evidente de disciplina gremial, si no hay rectificaciones concretas en las circunstancias que llevaron a efectivizar una medida.
Sabemos que únicamente a través de la prédica con ejemplo y los dirigentes a la cabeza, lograremos los mínimos objetivos perseguidos, que son las condiciones de dignidad que exige todo aquel que trabaja o trabajó, marcando una independencia de cualquier poder político en virtud que a través de la lucha al trabajador solamente lo salvará el trabajador.
“Quienes quieran oír que oigan. Quienes quieran seguir que sigan. Nuestra empresa es alta y clara nuestra divisa. Nuestra causa es la causa del pueblo y nuestra bandera es la bandera de la Patria.”
Buenos Aires, 1º de febrero de 1994
Movimiento de Trabajadores Argentinos.
La mayoría de los dirigentes que asistieron al encuentro en UTA estaban decididos a librarse de las directivas de la CGT para plantear una lucha frontal contra el gobierno y su plan económico. Pero no tenían ningún interés en fundar otra central sin definiciones profundas y sin disposición de combate contra el modelo neoliberal. No se dejarían usar para satisfacer el afán de protagonismo ni las aspiraciones personales de nadie. Esa posición inocultable primó por sobre los aspectos inocuos del documento fundacional y provocó el rápido alejamiento de algunos dirigentes que habían participado del evento sólo para “roscar”.
Quedaba claro que, para la mayoría de los convocados, el nuevo movimiento no podía ser más de lo mismo. No podía reducirse a un juego de poder en la interna gremial ni a una pulseada con el gobierno del Partido Justicialista para obtener algunas prebendas.
Terminaba una jornada cargada de tensiones. Algunos dirigentes se retiraron y no volverían jamás a MTA. Otros salieron despavoridos y no tardaron en ratificar su adhesión a los popes de la CGT. Pero la mayoría de los sindicalistas que participaron del encuentro sintieron el renacer de la mística del Movimiento Obrero Organizado y percibieron que se abría una etapa de luchas que devolvería al gremialismo la credibilidad perdida.
A partir de entonces, MTA se convertiría en el principal antagonista del modelo neoliberal durante los siguientes diez años.